Manuel Zapata Olivella. Médico, antropólogo, folclorista y escritor cordobés que ha dejado grandes aportes al reconocimiento de la identidad afro en Colombia.se ara un festival folclórico mundial “ Manuel zapata olivella” en la ciudad de chicago lleva su nombre como reconocimiento a su extensa obra.
Se realizará todos los a el19. 20 y 21 de julio.
Manuel Zapata Olivella*
Por: Catherine Walsh
Nombrado por algunos como “abridor de caminos”, Manuel Zapata Olivella fue no sólo escritor, novelista, médico, antropólogo, educador, investigador, folclorista y científico social, sino también —y según él— un vagabundo de y por la vida[i]. Con una obra que atraviesa más de 50 años y que cruza los campos de literatura, arte, periodismo, historia, filosofía, antropología, cultura y medicina y enlaza las realidades vividas, la espiritualidad y el pensamiento de la diáspora africana en el Caribe y las Américas, Zapata Olivella es uno de los raros y aún poco conocidos intelectuales que luchó para confrontar tanto el racismo y epidermización de su nativa Colombia, como la más amplia condición humana y colonial. Como dice en su texto autobiográfico ¡Levántate mulato!:
Mi rostro oscuro no podía mirarse sin miedo en el espejo del conquistador europeo. En mi familia todos los abuelos habían nacido engendrados en el vientre de mujer india o negra. […] Para mí, las ideas sobre el bastardo americano dejaban de ser simples especulaciones literarias. Yo había nacido del cruce de muchas sangres y sentía el potencial creador del joven que reclamaba un lugar en mi suelo sin reverencias ni claudicaciones ante ningún amo y señor extraño. (1990: 18)
Aquí Zapata localiza su propia historia y ser dentro del patrón permanente del poder racial y colonial, la opresión vivida, el olvido de la sociedad dominante del negro y la realidad de la trietnicidad. En Levántate, en el ensayo La rebelión de los genes (1997) y en novelas como Chambacú, corral de los negros (1963) y Changó, el gran putas (1983) nos hace ver su despertar de conciencia racial, el potencial de sus sangres y sombras y el caminar con sus ancestros. Así es, y a partir de lo vivido, que el autor ejerce sus múltiples insurgencias políticas, epistémicas y culturales, desafiando posiciones canónicas, nacionalistas, folklóricas, exclusionistas y racistas —incluyendo de la izquierda[ii]—, desligando la reivindicación de lo afro del simple color de la piel y construyendo y promoviendo un proyecto social radicalmente diferente para el conjunto de la humanidad.
Para Zapata, la escritura era un arma y herramienta de desalienación y transformación; es el lugar principal donde cultiva y ejerce su apuesta metodológica-pedagógica, donde asume la insurgencia y donde demuestra e incita un pensamiento y perspectiva de sentido, sin duda, decolonial. Tal proyecto se enraíza a lo largo de su amplia obra en tres ejes o problemas claves y trasversales. El primer eje-problema es la asociación íntima de raza, capitalismo y colonialismo y su matriz continua de poder. Como Zapata explica en su introducción a Las claves mágicas de América:
Distinto a la perspectiva marxista de su tiempo —evidenciado también, y como hemos visto, en la obra de Freire—, Zapata visibiliza la intersección de raza y clase y la pigmentocracia de las sociedades latinoamericanas. Además, distingue la fase colonialista del capitalismo y resalta su violencia carnal dirigida de manera particular a la mujer india y negra. Así, pone en escena los actos de deshumanizar, desarticular, silenciar, objetivizar, cosificar y mercantilizar, a la vez que da presencia vital a estrategias decoloniales de resistencia, insurgencia, re-existencia y re-creación. Estas estrategias están particularmente evidenciadas en su obra magna Changó, el gran putas.
El segundo eje-problema es la condición vivida de deshumanización y alienación. Inicia Las claves mágicas citando a Fanon:
Las tesis de Frantz Fanon […] abrieron nuevos horizontes a la negritud al traspasar la frontera del color para ubicar la alienación en lo más profundo del inconsciente colectivo del colonizado […] Se trata de los mecanismos alienantes denunciados por Fanon, quien nos pone en guardia contra la introyección del pensamiento del colonizador en nuestras mentes, lo que nos compulsa a juzgarnos con el mismo rasero del colonizador con que fuimos medidos durante siglos de abyección. (Zapata Olivella, 1989: 6)
En Rebelión de los genes repite la admonición y apunta a la acción: “Debemos ser revolucionarios lúcidos, capaces de asimilar la lección de Frantz Fanon cuando nos pone en guardia para que no seamos portadores alienados de la mentalidad colonizadora, introyectada como propia en nuestros propósitos libertadores” (1997: 349). En su pensar con Fanon, Zapata sigue destacando el problema complejo de la epidermización, su centralidad como dispositivo del poder colonial, pero también su centralidad en fijar una noción de negritud y afrodescendencia enraizada sólo en el color de la piel y no en la identificación social, cultural y ancestral. Es esta fijación en/de epidermis, que, para Zapata, ha contribuido a fragmentar las luchas de descolonización y humanización —entre “negros” e “indios” por ejemplo—, pero también entre los hombres y las mujeres que se identifican no sólo por su color sino también por sus raíces africanas, contribuyendo así y también de esta manera, a la deshumanización y alienación.
El eje-problema de deshumanización y alienación, presente en gran parte de su obra y elaborado con particular atención en la Rebelión de los genes, da impulso y orientación a una apuesta accional con claro sentido pedagógico. Ahí en Rebelión podemos encontrar siete elementos claves de su manifiesto humanizante y desalienador:
- Ubicarse al lado de, desde y con los oprimidos, las cicatrices del colonialismo cultural y la herida colonial, sumando el trabajo intelectual, la ciencia y el talento humano a esta causa.
- Enfrentar las herencias alienantes de la esclavitud y colonialidad aún presentes, incluyendo el desconocimiento de la historia, filosofía, ciencia y el pensamiento afro e indígena, quitando así el velo y enfrentando el colonialismo intelectual[iii]
- Descolonizar la mente y desalienar la palabra alienada y alienadora, retomando “la palabra viva… [la que] recrea el pensamiento, el lenguaje y la rebeldía”, el “conocimiento vivencial” y la “herencia libertadora para rescatar su rico acervo, no sólo de los valores perdidos, sino de sus potencialidades somáticas y espirituales refrenadas …superando actitudes mentales y comportamientos heredados de la esclavitud” (1997: 282). Revelar el proyecto racista y alienante de la historia, filosofía y ciencia eurocéntricas-occidentales dominantes, reconceptualizar la ciencia y conocimiento y su uso estratégico y reconocer/ reapropiar/recuperar/reposicionar el pensamiento y sabiduría empírico-mágica sobre la naturaleza, vida y sociedad, sobre las luchas liberadoras. Rescatar y recrear tácticas y estrategias de la herencia liberadora; mientras “el colonizador impuso las reglas de juego, siempre [fueron] sujetas a una respuesta acondicionada al sentimiento y la experiencia de los oprimidos […], la creatividad bajo la opresión” (1997: 252, énfasis propio)[iv]. Tácticas y estrategias entre otras como las de la hermandad presente en el arrochelamiento y apalancamiento, de la rebeldía de cimarronaje —intelectual, artístico, actitudinal y cultural—, del silencio que permitió mantener incólume el espíritu, las lenguas dioses y las diosas culturales, y las de la fuerza insurgente y viviente de la ancestralidad.
- Forjar la familia “Muntú” entendida como “la suma de los difuntos (ancestros) y los vivos, unidos por la palabra a los animales, árboles, minerales y herramientas, en un nudo indisoluble […], la concepción de la humanidad que los pueblos más explotados del mundo, los africanos, devuelven a sus colonizadores europeos sin amarguras ni resentimientos” (1997: 362).
- Encaminar “un nuevo concepto ecuménico” humano, que desprende de la lógica de la colonialidad, desmonta la categoría de “raza” y su epidermización deshumanizante, y se aleja del discurso homogeneizante del mestizaje nacionalista, articulando a la vez y desde los pueblos afrodescendientes e indígenas y la experiencia de la exclusión, una “profunda conciencia de la diversidad humano y a un más lúcido compromiso con la fraternidad universal” (1997: 368), alentando de esta manera un proyecto de mestizaje- otro concebido desde un pluriversal que pretende, de mi manera de ver, conducir críticamente a la interculturalización e interversalización.
El tercer eje-problema, reflejado de manera implícita en el “manifiesto” arriba, es el nacionalismo excluyente de Colombia, su país natal, un nacionalismo que Zapata vivió en carne propia a nivel geopolítico (siendo de Lorica y no de Bogotá), literario, artístico y racial-étnico-cultural. Desde luego, la falta de reconocimiento hasta hoy de su obra y de su contribución al pensamiento colombiano y latinoamericano sirve como prueba de la exclusión, prueba aún más reprochable cuando consideramos su condición de pobreza y abandono en el momento de su muerte. Sin embargo, su escritura, sea en los géneros de novela, ensayo, relatos, teatro, autobiografía o periodismo, nunca perdió la luz de esperanza y libertad a pesar de las luchas y tinieblas. Más bien afianzó, con la tenacidad de pedagogo, por la reivindicación de la humanidad, la capacidad epistémica de los afrodescendientes y el horizonte de lo decolonial (Valdelama2009).